jueves, 9 de junio de 2011

...y más de lo mismo (Javo Rodríguez)

Este post en respuesta a Más de niños.

¡Coño! hacía años que no oía o leía hablar del fallecido Neil Postman y su The disappearance of childhood; y mira que sus teorías sobre la cosa y la imagen me gustaban.
Debía ser en los tiempos finales de la movida madrileña cuando la U.N.E.D. me hizo el honor de publicarme mi primer artículo -Situación del niño ante el teatro- basado en la desaparición de la infancia y en otros compañeros mártires como Bruno Bettelheim (Psicoanálisis de los cuentos de hadas)... pero no es que The Times They are A-Changin', es que ya han mutado.
La imagen no ha ganado la guerra a la palabra, pero hay que admitir que va ganando una batalla tras otra.
Y hablando de palabras (el concepto) ¡vaya palabras (conceptos) he utilizado como símiles en la frase anterior! Pero no hay tal guerra, ni tales batallas. La imagen (la cosa) no es enemiga de la palabra (el concepto), todo lo contrario.
La imagen es amiga de la palabra, como diría Hernández (o Fernández): yo aun diría más, son incestuosos amantes. La palabra es hija de la imagen, pues fue cosa (imagen) antes que concepto (signo), y se ha trasmutado en afectuosa amante gracias al cine y al cómic, meciéndose en magnificas relaciones.
Al mutar y transforman el odio de la guerras en el amor de la colaboración / relación no estoy siendo Zen, sino eligiendo ser integrado, si la única opción que tengo frente a la integración, es ser apocalíptico.
Contemplando como la Historia nos muestra que:
La tradición oral luchó contra la imprenta.
Que privilegiados trataron de denigrar a la prensa porque la podían leer las clases populares.
Que folletín o el pulp o la novela barata (de Tarzán al Coyote, pasando por Los Tres Mosqueteros) han sido juzgados exclusivamente por el medio donde se publicaban y no por sus
valores de todo tipo.

Cómo, producto de lo anterior, surgieron, con la unión de palabra e imagen, el cine y el cómic y, un poco más tarde, colándose en el sacrosanto imperio del hogar, ¡la tv!.
TODOS fueron puestos a parir. Por sólo hablar de las viñetas han gozado de ilustres enemigos de las más variadas especies: De Franco al PC francés, de Fredric Wertham a Neil Postman, de Hitler (o su versión latina: Mussoloni) a Jean-Paul Sartre, de Fraga al juez del Olmo, sin olvidarnos de las efigies de Fidel Castro y compañeros varios de dictadura.
Desde este punto de vista, no tengo nada que objetar, a la cita resumida (bastante) que haces de Postman, cita donde afirma que "vendría a significar que la información actual, más basada en el soporte de la imagen, está menos sujeta a un análisis lógico o de evidencia, lo que la hace menos refutable (y más poderosa, digo yo)".
Estoy en radical desacuerdo con tu aseveración de que "una imagen puede ser valorada emocional o estéticamente pero nunca de la forma en que puede ser analizado, y criticado, un discurso elaborado sobre una idea.". En mi opinión sobre la palabra desesperación, por poner un ejemplo, transmite (una imagen lógica, evidente y refutable) más por El grito de Munch que por el diccionario.
Evidentemente también firmo que : "La imagen parece ser un soporte informativo más primigenio y menos exigente para su receptor".
El tebeo en su concepción estadounidense nació para analfabetos, para emigrantes que no conocían el idioma ingles, pero eso fue en un plantea, muy, muy lejano... y, evidentemente, perdido.
Por eso niego -con cierta indignación- "que al contrario que la información que transmite el lenguaje escrito, que exige del lector determinadas competencias para su adecuada interpretación, lo que conlleva un largo aprendizaje previo".
TODO requiere un aprendizaje, desde convenciones como flash-back o cualquier teclado, del teatro en verso a las pelis subtituladas... y, en relación, a las tendencias de la ciencia, ese aprendizaje no sólo nos es "concedido" por el propio aprendizaje sino que, por el contrario, es, en gran parte, genético, inscrito en nuestro cerebro, heredado de nuestros
antecesores.
De la misma forma intento refutar desde Kioscopedia, día a día (lo dicho ¿o no?, soy un mártir de la causa) que "nada impide por ello asociar la comunicación más gráfica al mundo de los niños y en general al de las personas menos curtidas en el hábito de la lectura (aquí ya no es cuestión de edad -os recuerdo las ya olvidadas fotonovelas gráficas-)".
Me quedó con una sola frase (de le resto, reconozco mi impresión, me resulta difícil casar "niños" con "no es cuestión de edad"): "nada impide por ello asociar la comunicación más gráfica al mundo de los niños"
¡Si!, si lo impide, lo impide la historia, la historia que nos dice que los tebeos -españoles-, hasta poco antes de la muerte de la (gloriosa) dictadura, había tenido como progenitores a las revistas satíricas (política e imagen) y las revistas para niños (política, imagen y pedagogía), lo que ha dado origen a títulos tan diferentes -y, al tiempo, simétricos- como Pulgarcito o El Jueves, títulos a los que es difícil calificar de pertenecientes "al mundo de los niños" y que tiene poco que ver con otros orígenes donde se destinaba a adultos analfabetos.
Afirmas que "también lo gráfico es importante cuando se trata de transmitir emociones, y obviamente la combinación de texto y dibujos que proporciona el cómic es harina de otro costal".
La reducción a "transmitir emociones" es eso, reduccionista, las viñetas de las historietas no se organizan SIEMPRE para lo sentimental. Al igual que tu, con tu profesión, otros profesionales, psicólogos, escenográfos, políticos, pedagogos... saben que los libros de Scott McClud -Haciendo cómics, Para entender el cómic, etc.- ni pretenden, ni tienen nada
que ver con "transmitir emociones" sino conceptos, ideas.
Para finalizar planteas una única pregunta: "la pregunta aquí es si las circunstancias comentadas sobre lo gráfico son razón suficiente para que la información sobre los cómics adolezca de la imprecisión que comentáis".
La respuesta no puede ser más obvia: Kioscopedia... para ser más claro: ¡NO!
La datación es elemental para la historia, aunque sea tan corta (no tan corta, tiene más de un siglo) como la historia de las viñetas y se supone que en eso estamos en Kioscopedia, tu incluido, ¿o no?.

Más de niños (Antonio Salvador)

Este post sigue el hilo De adultos, niños y otras zarandajas

Estoy leyendo un libro muy interesante (La desaparición de la niñez, de Neil Postman) que, entre otras cuestiones, aborda la evolución de nuestra sociedad como consecuencia del desarrollo de la comunicación eléctrica, a partir de la invención del telégrafo, y de lo que se ha denominado revolución gráfica. La hipótesis básica es que la imagen ha sustituido en gran medida a la expresión lingüística (“la cosa” que representa la imagen ha venido a sustituir al “concepto” que representa la palabra) lo que para el autor supone una regresión cognitiva. Lo anterior –dicho de forma resumidísima- vendría a significar que la información actual, más basada en el soporte de la imagen, está menos sujeta a un análisis lógico o de evidencia, lo que la hace menos refutable (y más poderosa, digo yo). Así, una imagen puede ser valorada emocional o estéticamente pero nunca de la forma en que puede ser analizado, y criticado, un discurso elaborado sobre una idea.
La imagen parece ser un soporte informativo más primigenio y menos exigente para su receptor, al contrario que la información que transmite el lenguaje escrito, que exige del lector determinadas competencias para su adecuada interpretación, lo que conlleva un largo aprendizaje previo. Nada impide por ello asociar la comunicación más gráfica al mundo de los niños y en general al de las personas menos curtidas en el hábito de la lectura (aquí ya no es cuestión de edad -os recuerdo las ya olvidadas fotonovelas gráficas-). Pero también lo gráfico es importante cuando se trata de transmitir emociones, y obviamente la combinación de texto y dibujos que proporciona el cómic es harina de otro costal. La pregunta aquí es si las circunstancias comentadas sobre lo gráfico son razón suficiente para que la información sobre los cómics adolezca de la imprecisión que comentáis.